Producir XXI, octubre 2022

La comunicación como proceso integrador

Ing Agr. Ricardo D Thornton

Thorntonricardo14@gmail.com

El significado no está en las palabras sino en nuestras mentes: dejar hablar, para ayudar a pensar.

Las palabras no son inocentes ni impunes, por eso hay que tener muchísimo cuidado con ellas, porque si no las respetamos, no nos respetamos a nosotros mismos.

José Saramago

Comunicación humana

Existen múltiples escritos, cursos, experiencias en cuanto a facilitar la buena comunicación humana.  Sin embargo, es un tema que muchas veces se manifiesta con serias dificultades para lograr los objetivos deseados. ¿Por qué será?

Es casi una rutina en la familia, en el trabajo, con los amigos/as u en otros ámbitos de relaciones sociales, que emerja en algún momento comentarios sobre la comunicación. A veces, con críticas, en ocasiones, propositivas, y otras, con reflexiones variopintas que movilizan debates inconclusos o no tanto. El profesor José Luis Aguirre Alvis (UCB- 2018), sostiene que nuestra misma trascendencia humana como proyecto social y cultural dependerá siempre de nuestra capacidad comunicativa. Por ello, la gestión de las comunicaciones es la base de la cohesión de la vida humana en sus diversas modalidades de convivencia como actividades y, lograrlo, es un desafío cotidiano. Entonces, debería ser comprendida como un hecho existencial, o sea que “uno es” a partir de la comunicación.

Existen múltiples definiciones sobre lo que se entiende por comunicación humana, compartimos como referencia para este texto la siguiente: “es un proceso de interrelación humana en el que se comparten mensajes, vivencias, ideas, experiencias y sentimientos.  Se basa en la honestidad, el respeto, la empatía y la claridad”.

Escucha efectiva o saber escuchar

La realidad nos enseña que el arte de la buena comunicación es un proceso de aprendizaje de nunca acabar, donde el cimiento más importante del proceso es la escucha efectiva o, saber escuchar. Culturalmente en nuestra sociedad dicho aprendizaje es el menos practicado desde la niñez. En el proceso de escucha existe en nuestra vida cotidiana ciertas conductas o hábitos que podríamos denominar casi rutinarias, es decir, lo hacemos sin darnos cuenta como receptores-emisores. Ellos son:

  • Interés selectivo: prestamos atención a aquellos mensajes que coinciden con nuestra motivación o intereses
  • Exposición selectiva: tendemos a exponernos a los mensajes que coinciden con nuestras actitudes y valores, mientras evitamos los diferentes
  • Percepción selectiva: la interpretación de los mensajes depende de lo valores y actitudes ya presentes en nuestra manera de vivir
  • Memoria selectiva: recordamos lo que refuerza nuestras opiniones y puntos de vista

Esta rutina receptiva es el cuello de botella a desandar para lograr la deseada capacidad de escucha deseada en una buena comunicación. Estar abierto a escuchar nos desafía a romper con nuestras propias estructuras mentales-culturales y esforzarnos en dialogar. Como ejemplo cotidiano, no siempre nuestros interlocutores familiares u otros coinciden con la manera de pensar y actuar del empleador, padre, madre, hermano/a, compañero de trabajo, amigo/as. Hacer cosas juntos no siempre implica pensar del mismo modo. Es allí que el saber escuchar es el arte de prestar interés –ponerse en el lugar del otro-, más que simplemente practicar la curiosidad en el proceso comunicacional.

La persona que recibe un mensaje no se encuentra aislada en un vacuo sino arropado de estímulos de todo tipo: redes sociales, medios de comunicación, políticos, económicas, afectivas, otros. El mensaje compite con dichos estímulos y de esa interacción surge las reacciones pertinentes. A eso le llamamos influencia del contexto. Entonces, existe en el proceso de comunicación integradora una simultaneidad de influencia del contexto con la mochila de experiencia de vida de quienes están involucrados en la misma y, el momento oportuno de compartir nuestras ideas.