Producir XXI, febrero 2022
La ola de calor dejó al país (económico) en llamas
El impacto fue tremendo para los productores y su cadena de productos y servicios. El manejo del agua y del riego son oportunidades y deben ser políticas de Estado
La ola de calor durante enero puso en llamas al país, tan dependiente del campo y la agroindustria. El impacto es tremendo y le pega en la línea de flotación no solo a los productores, sino a todo lo que depende de sus ingresos.
Ya hemos planteado que el tema que pasaría al primer plano en la agenda del sector es el de la emergencia. Parece mentira que después de 20 años de retenciones –período en el que el Estado recaudó más de 100.000 millones de dólares—el fondo previsto para atender este tipo de eventos sea de 500 millones de pesos. Son 5 millones de dólares (oficiales), cuando el ingreso solamente por derechos de exportación es de 30 millones de dólares diarios. Es decir, es lo que se recauda en una mañana.
El ministro de Agricultura, Julián Domínguez, tomó el toro por las astas. Le pidió al jefe de Gabinete Juan Manzur una actualización de la cifra, que por otro lado es el pedido de las entidades del sector. Más allá de la diferencia conceptual respecto a esta cuestión de los derechos de exportación, remarcada por el conjunto del ruralismo, el eje pasa por la mitigación del daño combinado de clima y exacción vía impuestos. Todo un dilema para un gobierno que también sufrirá las consecuencias del nuevo panorama.
Pero no todo es la emergencia. El panorama climático despierta otras cuestiones. Una de ellas, el manejo del agua. Aquí hemos desarrollado una tecnología fenomenal para aprovechar cada milímetro, con la siembra directa, el control de malezas, la biotecnología. Es un buen año para implementar en gran escala lo que todos los chacareros saben: el aguante del girasol, cuyos genes ya se transfirieron a cultivares de trigo y soja (generación HB4).
Pero más allá de esta onda tecnológica, vuelve a tomar valor el tema del riego. El cambio climático está y estos eventos requieren acción.
La mano derecha de Manzur es Jorge Neme, un hombre con larga trayectoria en la gestión pública agropecuaria. Desde la Unidad de Cambio Rural (UCAR), se había dedicado la mayor parte de su gestión, muy bien financiada desde la banca pública internacional, a la construcción y reconstrucción de infraestructura de riego. Neme tiene buena relación con Domínguez y con los gobernadores que reclaman obras. Hay ahí una buena oportunidad para profundizar. El gobierno anterior –con el ing. Pablo Bereciartúa—puso el tema en agenda con proyectos trascendentes. Hoy deben ser política de Estado.