Producir XXI, noviembre 2024

Abel Marinelli, un ejemplo de persona y de productor lechero de punta

 

Iván Wielikosielek

Extractada de “El Diario del

Centro del País”

de Villa María,

Abel cuenta como que comenzó de cero y llegó muy alto, con el apoyo de su esposa y apalancándose en el asesoramiento técnico y empresarial del Ing. Carlos Oddino, una persona excepcional del que tiene el mejor de los recuerdos. También le ayudó mucho el intercambio de ideas y experiencias en el trabajo grupal.

Crónica de un productor que empezó desde abajo

“Yo nací en Zavalla en 1941, pero cuando cumplí cuatro años mi viejo alquiló un campo en Casilda. Y allá nos fuimos con el tambo que había iniciado mi abuelo, que llegó de Italia en 1906. Era una casa muy linda con agua y baño, y el campo era un cuadrado así –me dice Abel, dibujando con sus grandes dedos las cuatro líneas en el mantel- Y a quinientos metros había una escuela Láinez, donde hice toda la primaria… Cuando cumplí los doce años empecé el secundario y mi viejo me empezó a llevar a los remates pero también al banco… Quería que fuera aprendiendo… Y cuando cumplí los dieciocho, ya me puso de socio: Enrique Marinelli e Hijo, se llamaba la firma…”

Le digo que, con todo servido para quedarse en los mejores campos del país, cómo es que terminó recalando en Ballesteros. Y entones Abel, mirando a su esposa, me adelanta la respuesta.

-Sí… Porque en ese éxodo de tamberos de Casilda por la soja compré un campito entre Ballesteros Sud y Morrison a pagar en tres plazos… Hasta que un día del ´68, cargando nafta a la chata en la YPF de Ballesteros, la vi a ella… Se tomaba el colectivo en la ruta y ni siquiera me registró pero yo sí… Nos casamos en el ´71, y desde entonces estoy aquí…

 

Y Ana me confirma, con una sonrisa, que lo que me dice Abel es la pura verdad.

Los trabajos y los días

“En el ´69 tuve que cambiar el tractor, y saqué un crédito con la ley 1050… -continúa Abel- Pero me empezó a comer la deuda… Así que fui al Banco Nación de Bell Ville para decirles que les pagaba con el tractor. Pero el gerente me dijo: “¿Para qué queremos el tractor? Le vamos a tomar las vacas y el campo…” Un amigo me dijo que pusiera un abogado, pero no quise. Así que vendí las vacas, junté la plata y me fui a pagar la cuota. Había llevado una caja de zapatos llena, pero el hombre de la ventanilla me dijo que no me alcanzaba, que los intereses eran mucho más altos… Por suerte me hicieron un plan y pagué lo que pude. Después, un compañero de la Sociedad Rural de Villa María me dijo: “Tengo un campo para vos, mucho mejor y más barato que el de Ballesteros Sud, pero queda en La Herradura…” Y a los tres días vino a verme con los propietarios. Eran cien hectáreas y arreglamos. Yo vendí el de Ballesteros Sud y con algo de esa plata me fui al banco a pagar más cuotas… La casa estaba abandonada, con piso de tierra, los alambrados caídos y el campo destrozado porque le habían sembrado maní…”

-¿Monte Chico?

Exactamente… Pero en ese tiempo era una selva… Me habían sobrado ocho terneras, así que las llevé y empecé a sembrar… Me acuerdo que le pedí al “Chochi” (Ludovico Anastasia) un alambre de púas, hice un cordoncito y compré cinco vacas más…

“¿Cómo te creés que hubiera hecho si yo no salía a trabajar de maestra todos los días?” me dice Ana. Y Abel asiente.

“Cuando tiene razón, tiene razón… No sé qué hubiera hecho sin ella… Con decirte que alquilamos una casita, no mucho más que una pieza y un baño, pero que nos sirvió para empezar… Y tuvo que pasar un buen tiempo hasta que compramos la casa del frente, donde criamos a nuestros hijos Gastón, Betiana y Laura…”

La tierra que mana leche y miel

-Y en esa casa empezó el progreso…

Sí, empezamos los trabajos en septiembre del ´79 y ordeñamos por primera vez en marzo del ´80. Sacábamos cien litros por día y entregábamos a Abolio y Rubio en Tío Pujio. Al poco tiempo, estábamos sacando trescientos litros diarios y yo estaba contento…. Pero…”

-¿Pero?

Pero un amigo me dijo: “Che, Abel, me parece que vos podés sacar más leche… Hay una reunión en un campo de Marcos Juárez… Viene un tipo de La Serenísima y dice que en ochenta hectáreas saca dos mil quinientos litros…” Y yo le decía que no podía ser, que eso era imposible… Pero igual fui porque tenía ganas de mejorar y “ser alguien”. Eso fue el 27 de octubre de 1980… Nunca me olvidaré el día… Ahí lo conocí al ingeniero Carlos Oddino, que dio una charla magistral y me cambió la vida…

-¿En qué lo cambió Oddino?

“En todo… Carlos me ordenó las pasturas y la dieta de las vacas, me hizo un plano para el boyero y un diagrama para el control lechero. Y me dijo: “Yo no puedo ir a tu campo pero te voy a asesorar por teléfono”. Yo ya tenía 153 hectáreas y estaba sacando más litros. Un día Oddino me llama y me dice: “Tengo ganas de dejar La Serenísima y hacer mi propia empresa, quiero ser libre… Si vos te conseguís cinco o seis productores más, me hacés un sueldo como el que yo gano y le damos para adelante…”

-¿Y qué hizo?

“Al otro día me recorrí toda la zona pero no me dio bolilla ninguno… Me decían: “Si ponés un ingeniero te va a fundir”. O: “¿Qué me van a asesorar a mí, con los años que tengo con las vacas?” Cuando le conté a Oddino, él me dijo: “Pero, Abel… ¡No hace falta que sean vecinos!” Así que hablé por teléfono a San Marcos, Morrison, Bell Ville, Ballesteros… Y todos me dijeron que sí… Daniel Cagnolo, el “Vasco” Otaduy, Sibiardo Loza, Pedro Abello, Federico Brinner, “Chochi” Anastasia… En una hora armamos el Grupo Ruta 9… Eso fue a fines del ´83 y el grupo se hizo muy famoso… Con decirte que venían a visitarnos profesionales de Buenos Aires. En 1988 hicimos una reunión y vinieron 600 productores. Y todo sin celular (risas)… Era gente que quería progresar como nosotros… A su vez, yo asesoraba a todos los que me pedían consejo sin cobrarles nada”.

-¿Y cómo les fue?

“Todos crecieron y yo crecí más que todos. Porque Carlos me dijo: “Mañana cuando yo venga, no te quiero ver más arriba del tractor; porque no podés estar en todos lados y pensar”. Y tenía razón… En noviembre del ´83 compré cuarenta hectáreas más. Y ya estaba sacando más de mil litros por día.”

Un ballesterense en california

-Y con el crecimiento, vinieron los viajes…

Sí, fuimos a una exposición de lechería en Madison, una de las más grandes del mundo; y luego estuvimos en Chicago. Eso fue un cambio tremendo porque pudimos traer ideas nuevas y optimizar lo nuestro. Al punto que en el año 2000, yo ya tenía quinientas vacas. No eran de puro “pedigree” pero casi… Después estuvimos en Australia, Nueva Zelandia y Canadá… El viaje a California fue en el 93, cuando el INTA largó el programa Cambio Rural y un montón de productores venían a La Herradura para ver el campo…

¿Y Carlos?

“Carlos nos ayudó hasta el final… Lamentablemente falleció hace poco; al otro día de la final de Qatar… Estaba muy enfermo y nunca se terminó de reponer de la muerte de su hijo.

Y Abel hace un réquiem silencioso a la memoria de su amigo, mirando por la ventana del departamento hacia oriente, en el sentido de sus campos donde ya no hay sol.

Luego, y acaso para cambiar de tema, me cuenta otras anécdotas de su vida. Un curso de piloto de aviación en Rosario con más de 1500 horas de vuelo en el ´62 y el servicio militar que hizo ese mismo año en la Quinta Brigada Aérea de Paraná. Sus idas al Coloso del Parque para ver a Newell´s y su participación en las dos Agroactiva que tuvieron como sede a Ballesteros en 2005 y 2006. Su amistad con Luis Landriscina y Oscar Alloatti. Las entrevistas para Canal Rural y las revistas de agro más importantes. Y el hito de haber puesto los nombres de Ballesteros y La Herradura en lo más alto de la lechería argentina.

Otra generación

“Ahora se quedó a cargo mi yerno Gerardo Yoma, veterinario y muy bueno, tenemos unas 800 vacas, de las cuales la mitad son para ordeñe. Y yo, por suerte, sigo yendo”.

Cuando le pido una conclusión de vida, me dice:

“Haber sido lo que siempre quise ser; un productor lechero. Y el orgullo de que en el pueblo, quienes fueron empleados míos, todavía me inviten al cumpleaños o me saluden para Navidad… Creo que lo más lindo que me pasó, fue hace poco… Yo entré al boliche de La Herradura a buscar comida y se levantó un muchacho Gilli para saludarme… Estaba comiendo con su familia y les dijo: “Chicos, este hombre nos enseñó todo lo que sabemos de campo… No se dan una idea de todo lo que hizo para que progresara el pueblo…” ¿Qué más puedo pedir?

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