Contrariamente a la imagen que suele tenerse, el fenómeno de “La Niña” no mantiene una intensidad uniforme a lo largo de su desarrollo, que usualmente se extiende desde el invierno de un año hasta el Otoño del siguiente, sino que va pasando por etapas de distinta intensidad, siendo débil durante el invierno y el inicio de la primavera, activándose a mediados de la primavera, alcanzando su máximo durante el verano, y disipándose durante el otoño.
Las rigurosas condiciones registradas en el invierno de 2024 no se debieron a “La Niña”, que se mantuvo débil, sino a una muy fuerte actividad de los vientos polares, haciendo temer graves daños sobre la evolución de la cosecha fina y malas condiciones para la implantación de la cosecha gruesa.
Lo que ya está terminando de ocurrir
Durante el final de la primavera y los primeros días del verano (Figura 2) “La Niña” comenzó hacer sentir gradualmente sus efectos, produciendo grandes contrastes, y reactivando los déficits hídricos en gran parte del área agrícola. Paralelamente se produjeron marcadas oscilaciones térmicas, con marcados fríos tardíos, aunque sin riesgo de heladas, y calores tempranos de moderada a alta intensidad, aunque sin alcanzar lo niveles extremos que anticipaban muchas fuentes.
Otoño dudoso por fríos polares
Se espera que el episodio frío complete su ciclo en forma temprana, disipándose a comienzos del otoño de 2025, pero desafortunadamente, también se espera una reactivación igualmente temprana de la circulación polar, reactivando la sequía en gran parte del área agrícola del Cono Sur, (Figura 3), y causando un régimen térmico con grandes oscilaciones, que combinará calores tardíos y fríos tempranos, con riesgo de heladas localizadas y generales.