Querida Greta, las vacas no generan carbono

Fuente: www.agroeventos.com.ar , sintetizado de  

Adrián Simioni, de Cadena 3, Radio de Córdoba

Greta Thunberg ya era famosa pero ayer su figura se hizo global. Su intervención en la ONU dará lugar para muchísimos debates. Cada uno sabrá. 

Pero hay algo que la Argentina y Brasil no deberían dejar pasar. Ambos países están siendo puestos en la línea de fuego de un ambientalismo reaccionario y simplista. Ayer, se sumó un nuevo capítulo, porque Greta y sus amigos denunciaron a estos dos países, junto a Alemania, Francia y Turquía, ante Unicef por arruinar el planeta de los niños.

Argentina y Brasil están siendo objeto de bullying por parte del buenismo climático de los países desarrollados por la emisión de metano (gas natural) en el proceso digestivo del ganado, en particular los vacunos. El metano, una molécula de carbono e hidrógeno, sube a lo alto de la atmósfera y allí es 19 veces más dañina que el dióxido de carbono a la hora de retener temperatura. Pero luego de unos años se degrada en carbono por un proceso natural.

Lo cierto es que todo el escándalo está montado sobre una mentira obvia y sobre una omisión grotesca.

La mentira obvia

En primer lugar, los animales herbívoros no “generan” más carbono. El carbono sólo “pasa” por de ellos. En efecto, una vaca ingiere el carbono contenido en el pasto. Luego, en su estómago, las bacterias que descomponen el pasto transforman ese carbono en metano. Ese metano es eructado y lanzado a la atmósfera, donde dentro de un tiempo se degradará en carbono.

Pero resulta que al mismo tiempo las pasturas han vuelto a crecer para alimentar a la vaca. Y en ese proceso capturaron la misma cantidad de carbono que antes lanzó la vaca. Y así.

En todo el ciclo ganadero no se agrega, no se “inventa”, no se produce, un nuevo carbono que no haya ya estado en la vegetación o en el aire.

Esto no quiere decir que la expansión sin límite de la ganadería no pueda agregar carbono. Por ejemplo, una selva o bosques muy tupidos, con árboles enormes y con gran densidad de ejemplares puede alojar más carbono que una pradera de alfalfa. Si la selva se sustituye por pasturas, puede haber liberación de carbono adicional. Pero la ganadería en praderas naturales o la que se realiza en combinación con explotaciones forestales o bajo bosques naturales no agregan carbono.

La omisión grotesca`

Lo curioso es que Brasil y Argentina están lejos de ser los grandes contaminantes que pintan Greta y varias ONG.

Según el Instituto de Recursos Mundiales, en 2013 había 56 países más contaminantes que Argentina si se consideraba la emisión per cápita de todos los gases de efecto invernadero. Otros rankings varían pero la película es más o menos la misma.

Cada canadiense, por ejemplo, sube a la atmósfera el triple de gases que cada argentino. Cada estadounidense, más del doble. Cada ruso, el doble. Cada finlandés, un 70% más. Hasta cada chino, supuestamente pobre y por ende menos consumidor, emite más gases que cada argentino.

Pero lo peor es lo que estas campañas ocultan: los mayores contaminantes son los países que viven de extraer petróleo y gas. Y esa omisión es particularmente grave. Porque ese carbono, a diferencia del metano de las vacas, sí se agrega, se suma, se acumula en la atmósfera. Hasta que los saudíes no extraen el crudo del fondo de la tierra, el carbono está allí capturado desde hace decenas de miles de años. Cuando lo sacan, y luego la gasolina es quemada en Estocolmo o en cualquier otro lugar del mundo, ese carbono se adiciona al aire por primera vez. Lo mismo sucede con el carbón que extrae China de las montañas. O con el gas con que Rusia se calefacciona. 

Es más: al lado de Greta está Noruega, tan limpia y educada, pero que vive de exportar millones de barriles de petróleo sin preocuparse en absoluto por recapturar el carbono que su industria sí genera. Cada noruego emite 20% más que cada argentino (aún sin descontar lo que en Argentina se recaptura).

Sin embargo, acá estamos: hablando de las vacas y no de la locura automotriz o de hogares desarrollados que no pueden vivir si en no tienen 23 grados centígrados siempre, sea invierno o verano.

Emocional, aguerrida, Greta es evidentemente útil a un mundo que ha puesto en la mira a la ganadería de Brasil, Bolivia, Argentina, Paraguay, Uruguay. 

Las mascotas y Macron

La combinación de ambientalistas reaccionarios y veganos autoritarios está poniendo a la ganadería (no sólo a la vacuna) contra las cuerdas.

La selectividad de los ignorantes es asombrosa. Investigadores de la Universidad de Lund, en Suecia, han estimado que un cuarto de las emisiones de gases causadas por la agricultura está ocasionada por la industria de las mascotas. La alimentación de ensueño de los gatos y los perros de países desarrollados europeos genera más gases que la alimentación de los chicos de África. Y eso sin contar la parafernalia plástica de correas, collares, juguetitos, cuchas, indumentaria y envases de comida que demandan los labradores franceses y los siameses ingleses.

Ahí tienen un tema para entretenerse Greta y sus amigos. Con sus vecinos.

Sin embargo, esa selectividad es muy útil. El bullying contra Sudamérica se acentuó desde que la Unión Europea y el Mercosur firmaron la intención de ir al libre comercio. La reacción está liderada por Francia, que no quiere que sus ineficientes productores de alimentos pierdan por paliza contra los del Mercosur.

La espectacularización que hizo el francés Emmanuel Macron de los incendios en la Amazonia fue apenas una muestra. 

Paren de firmar cualquier cosa

Mientras, las sociedades sudamericanas deberían hacer algo. Primero, no dejarse manipular, en un desierto de ignorancia, por adolescentes aún más manipulados.

Segundo, sus gobiernos deberían dejar de firmar todas las correcciones políticas que los países ya desarrollados les pasan por delante de su nariz. Argentina y Brasil cayeron en la volteada de Greta porque firmaron y ratificaron el tratado de París (que sólo Estados Unidos no firmó), porque firmaron la convención de los derechos del niño y porque fueron dos de los únicos 44 países que firmaron además un compromiso para hacer que esos tratados pudieran ser reclamados, por ejemplo, por niños ante Unicef.

China, Rusia, Estados Unidos, Arabia Saudita, Irán, jamás podrían ser objeto de esta campaña. Nunca firmaron ninguno de esos decálogos de palabras bonitas.

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